La luna permanecía impasible, sin advertir la importancia de
los hechos que iban a ocurrir esa dulce y a la vez siniestra noche.
Eviolette Aldston, era la princesa de nuestro cuento;
tampoco parecía darse cuenta de los futuros acontecimientos de esa noche, solo
advertía que ese día había más gente en la gran plaza que de costumbre.
Eviolette, Eve para los amigos y Evie para los más que amigos ese día o mejor
dicho, esa noche, cantaba por primera vez en las fiestas del Lirio, antes de
eso siempre se colaba detrás del escenario solo para escuchar a la que entonces
era su madre, ya que al morir, Eve no la volvió a mencionar jamás, al menos en
público…
Los focos estaban intensamente brillando, haciéndote dudar
si realmente era de noche. Eve salió al escenario toda hilarante, era, desde
que tenía uso de la razón, su mayor sueño. Su voz, oh, su voz… su voz hacía
callar el más débil soplo de viento y hacía enternecer al más vil asesino,
cuando ella cantaba la luz volvía al corazón y te hacía volar a los mismísimos
cráteres de la Luna, presente e impasible, y volver suavemente como hoja al
caer del árbol…
Quizá esté exagerando, no sería la primera vez, porque esa
noche ni las notas más altas que salían de la boca de Eve pudo cambiar el
destino de nuestra pequeña cantora de entonces tan solo 16 años.
Y entonces empieza a cantar…
- canción –
Zssssas!! – se oye una hoja metálica cortar el aire.
Silencio.
Una milésima de
segundo después Eve cae al suelo. Murmullo general. Una mujer grita, un hombre
se desmaya, él se acerca corriendo y grita: EVIE! Ese grito de pérdida, de
miedo, de horror y sobretodo de realidad, fue el más estremecedor de la noche
sin duda alguna.
A Eve le quedan pocos segundos de vida, con el cuchillo aún
clavado en el pecho, manchando de sangre roja su vestido blanco de flores,
antes de dejar latir su corazón por última vez y cerrar sus azules ojos para
siempre consigue articular unas últimas palabras…
- -No más, no más, no más…
Muerte. Su voz, sus ojos, su corazón, no más Eve, no más.-